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se posó sobre su hombro. Dirigiéndose al gastrópodo, espetó:
—No existe ninguna duda, sin embargo, de que El Libro de las Calendas predice el fracaso
de Spelux en su intento de hacer surgir nuevamente la Gestarescala.
El gastrópodo cedió la palabra a una gelatina rojiza sostenida por un armazón de metal que
la tenía en pie, para que pudiera participar en el debate. Se sonrojó aún más al hablar: era muy
tímida.
—El sentido del texto parece ser que el levantamiento de la catedral fracasará. Digo
'parece ser'. Soy lingüista; el Sr. Spelux me hizo venir aquí por esa misma razón. En la catedral
sumergida se encuentran numerosos documentos. La frase clave ‘La Empresa está destinada al
fracaso' aparece, ciento veintitrés veces en El Libro. Pude leer todas las traducciones, y estimo
que el significado correcto del texto es ‘Habrá fracasado después de la Empresa', es decir, que
más bien llevará al fracaso, antes que fracasar en sí.
—No veo mayor diferencia —dijo Harper Baldwin, frunciendo el ceño—. De todos modos,
la parte importante para nosotros es la que trata de nuestra muerte o heridas... y no el fracaso de
la Empresa. ¿No es cierto que este libro siempre tiene razón? El ser que me lo vendió me dijo
eso.
—Los que lo venden reciben un cuarenta por ciento del precio de venta. Por supuesto que
dicen que El Libro es exacto —dijo la gelatina.
Irritado por la pulla Joe se puso de pie.
—Con el mismo argumento podría acusar a todos los médicos del universo sobre la base
de que, como ganan dinero cuando uno está enfermo, entonces son responsables de que la
enfermedad exista.
Riéndose, Mali le hizo sentar nuevamente.
—Ay 'Dios mío’—dijo, tapándote la boca—. No creo que nadie haya defendido a los
zanquivos en los últimos doscientos años. Ahora tienen, a ver... Un 'champagne'.
—Un campeón —gruñó Joe, todavía acalorado por el resentimiento—. Estamos hablando
de nuestras vidas. Esto no es un debate de política ni una reunión de vecinos sobre el problema
del transporte zonal.
Una corriente de murmullos recorrió la sala. Los científicos y artesanos hablaban entre sí.
—Mi moción —gritó Harper Baldwin—, es que actuemos colectivamente, formando una
organización permanente con delegados, que puedan tratar con Spelux en nombre de todos. Pero
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antes de eso, mis amigos y compañeros trabajadores que están hoy aquí sentados, o aquí
volando, sugiero que votemos si queremos trabajar en la Empresa o no. Quizá no queramos. Tal
vez lo único que deseemos hacer sea volver a casa. Veamos qué es lo que piensa de nosotros el
conjunto. Ahora, cuántos votan por seguir adelante y trabajar...
Se interrumpió bruscamente. Un ruido sordo estremeció la sala de conferencias, la voz de
Harper Baldwin ya no se podía escuchar. Era imposible para cualquiera de ellos comunicarse en
ese momento.
Spelux había llegado.
Debe de ser su forma verdadera, pensó Joe mientras miraba y escuchaba. Sin ninguna
duda, era Spelux en persona, como era, realmente. Así que...
Con el ruido de diez mil automóviles herrumbrados y deshechos, revueltos con una enorme
cuchara de madera, Spelux se alzó sobre la tarima que se hallaba en un extremo de la sala. Su
cuerpo vibraba y temblaba, y desde el fondo de su ser surgió un quejido. El quejido aumentó de
volumen hasta transformarse en un aullido. Joe pensó en un animal. Quizás un animal atrapado
en una trampa. Una garra solamente. Está tratando de escapar pero la trampa es demasiado
complicada. Al mismo tiempo, un chorro gigante de agua de mar, restos de pescado, animales
acuáticos, quelpo marino... La sala retumbaba con el rugido y el choque del mar. Y en el centro
de todo, la masa agitada de Spelux.
—A los dueños del hotel no les va a gustar esto —dijo Joe a media voz. Dios mío... la
enorme masa de extremidades retorcidas que brotaban por todos lados de aquel corpachón
inmenso... la cosa se irguió, y con un rugido furioso hundió el piso debajo de él y la mole se
perdió de vista, dejando restos marinos por toda la habitación.
Hilos de humo, o vapor, salían del orificio abierto. Pero Spelux ya no estaba allí. Como lo
había predicho Mali, su peso era demasiado grande. Spelux estaba en el sótano, diez pisos más
abajo.
Visiblemente alterado, Harper Baldwin habló a través de su micrófono
—Papa... parece ser que tendremos que bajar a hablar con él —varios seres se le
acercaron; los escuchó atentamente, luego se enderezó y dijo—: tengo entendido que está en el
sótano, y no en el piso de abajo. Por lo visto... —Baldwin hizo un gesto de alarma—, siguió viaje
sin parar.
---Sabía que iba a ocurrir esto —dijo Mali— si venía aquí. Y bueno, tendremos que dialogar
con él en el sótano —ella y Joe se pusieron de pie y se reunieron con la multitud de seres cerca
de los ascensores.
—Debería haber venido como un albatros —insistió Joe.
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Cuando llegaron al sótano, Spelux tronó un caluroso saludo.
—No necesitarán equipos traductores —les informó—. Hablaré telepáticamente con cada
uno de ustedes en su propio idioma.
Ocupaba casi todo el sótano; tendrían que quedarse cerca de los ascensores. Se había
vuelto más denso ahora, más compacto... pero seguía siendo enorme. Joe respiró hondo.
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